El domingo por la noche Mariano Rajoy se equivocó de balcón. En vez de asomarse desde la sede del PP a la calle Génova y rendirse a los elegios de los suyos, debía haber pedido permiso a Rubalcaba para asomarse al balcón de la sede socialista.
En la tranquilidad y el vacío de una calle triste y rota por la debacle estaba el motivo de la victoria popular. Mariano Rajoy debería haberse dirigido a la multitud ausente y agradecerle que le haya abierto las puertas de la Moncloa de par en par.
Los datos no dejan lugar a duda. El Partido Popular ha reconquistado el poder con el permiso de una ciudadanía asqueada y hasta el gorro que ha preferido castigar más que premiar.
Al final, con los datos en la mano, la noticia no es que “sólo” 600.000 personas más dieran su confianza en las urnas a las listas populares. La noticia -por esperada no menos noticia- es el descalabro socialista.
Por lo tanto, claro que es histórico. Cuatro millones de votos no se pierden así como así.